miércoles, 20 de marzo de 2019

La odisea de Larisa Iordache

Hace pocos días Larisa Iordache se ha abierto para contar todo el calvario que ha vivido con las lesiones en los últimos años. Y un pequeño resumen de su carrera.

Artículo original



"Larisa ¿por qué vuelves al gimnasio?"
En los 16 meses que estuve al margen por la ruptura del tendón de Aquiles del pie izquierdo y dos cirugías fallidas en Rumanía, me alejé de este mundo. No quería escuchar, ver ni saber nada. Mis padres, que siempre me han apoyado, me dijeron: "Desde nuestro punto de vista, para ti la gimnasia ya no existe"

Como madre, creo que tienes que ser muy fuerte para llevar a tu hijo a hacer gimnasia. Claro que, si a mi hijo le gusta, lo animaría y lo apoyaría, como hicieron conmigo. Mis padres también han sido deportistas: mi madre estuvo seis años jugando al balonmano, mi padre jugó al hockey y al fútbol y mi hermano jugó al fútbol. Nunca me obligaron a hacer gimnasia ni ninguna otra cosa, pero siempre me animaron. Cuando aún había momentos pesados, días en los que no quería entrenar, llamaba a mi madre y le decía "No puedo ir al gimnasio, me duele, tengo fiebre" y ella me decía "Vamos tú puedes".
Cuando tenía malos momentos y lo quería dejar decía "Ven y llévame a casa" y ella me dio la solución " Tienes dos opciones. Vuelve a casa, estudia y haz algo, no te vas a quedar todo el día en casa. O haz lo que quieras. Seguro que es un momento difícil, pero tal vez te haga daño y te reproches por rendirte" Y de dije que escogía la gimnasia.

Incluso ahora no podía mantenerme lejos, por mucho que sufriera. El pasado otoño me operaron por tercera vez en Viena y mi médico me dijo que podía volver a entrenar. Antes, cuando no tenía coche, mi madre me llevaba. Ahora que tengo el permiso de conducir, voy yo sola. Si tengo entrenamiento a las 1, me levanto a las 7 y a las 8 ya estoy lista.

¿Vas a entrenar sola a Izvorani? me pregunta mi madre.
"Sí, porque me doy cuenta de lo mucho que me he perdido. Esta es mi última oportunidad" les dije.
Esta es la última oportunidad que me doy

Vamos a viajar al pasado. Cuando llegamos a Montreal al campeonato del mundo, el entrenamiento continuó. Los ejercicios salían, estaba tranquila, pero cuando terminé empecé a ponerme nerviosa. No pude dormir, no descansé. Cuando me levanté el día de la competición empecé a tener palpitaciones, no podía controlarme. Me senté y me pregunté que me pasaba. No tenía nada a nivel emocional porque en mi mente todo estaba perfecto. Tenía miedo de que algo malo hubiese pasado en casa, así que me dije a mi misma que todo estaba bien.

Fui al calentamiento y todo fue bien. Le dije a mi entrenador que iba al baño, luego hice otra serie de calentamiento y entramos al área de competición. Hice una serie de elementos y sentí como un cosquilleo, algo pequeño, apenas destacable. Me dije que era sólo un día de competición y podía aguantar. Pero otra vez volvieron las emociones, esa extraña agitación.
En el área de competición me puse en una esquina de suelo, el primer aparato. Ioana Crisan estaba calentando, ella sería la primera competidora. Catalina Ponor se paró delante de mí y me miró "¿lo vas a hacer?" me preguntó "No lo estoy haciendo" dije "Hazlo". Pasó otro minuto de calentamiento y parecía que algo me mantenía en mi lugar. El entrenador me dijo "Adelante, tienes que calentar, es lo que tienes que hacer". Y me dejé llevar.

Acabo de escuchar un chasquido. Nada me duele, así que pensé que el suelo se había roto. Caí al suelo y todos esos sentimientos que no podía controlar se expandieron. Pero yo seguía callada.
El entrenador me preguntó que había pasado. Después el médico vino el médico y se dio cuenta de que el tendón de Aquiles se había roto porque ya no podía mover la pierna. Al escuchar que estaba roto, tuvimos que ir al hospital a hacer una prueba de ultrasonidos, y me di cuenta que todo había terminado para mí. Comencé a llorar, sintiéndome decepcionada por no poder competir, por no sentir el placer que siento al competir. Yo venía al menos para poder competir dos veces.

No pensaba en ganar medallas, sólo en competir. Sólo en las personas que aplauden después de que termines un ejercicio, tenga éxito o no. Lo mucho que aprecian que estés allí y disfrutan de la gimnasia. Es un sentimiento que no puedo tener todos los días, y eso es lo que necesito.
Todavía lo necesito.

Empecé a hacer gimnasia en Dinamo a los cinco años y medio, después de que mi entrenador me viese en el parque. Iba al gimnasio y no podía esperar a subirme a la barra. No paraba un momento y los entrenadores tenían que decirme que parara.

Cuando eres pequeña tienes mucha energía. El entrenamiento puede ser monótono pero tienes que seguir. Si te gusta mucho la gimnasia puedes superarlo. Aunque es un deporte muy bonito, es muy difícil. Los entrenamientos consisten en miles de repeticiones. Me gusta trabajar la técnica pero hay días donde tienes dolor o no te encuentras bien. Luego viene el entrenador y dice que tienes que esforzarte para ganar competiciones. Con el tiempo se produce el desgaste y llegan las lesiones. Hay muchos elementos, la dificultad ha subido mucho y no puedes quedarte atrás. Tienes que dar lo mejor de ti para que todo sea perfecto.

Mi mayor problema en la gimnasia han sido las lesiones. Me han operado seis veces. En 2011, cuando era junior, tuve una lesión en el glúteo. En 2012, en los Juegos de Londres, donde conseguimos el bronce por equipos, competí con fascitis y una fractura en el pie izquierdo. No podía sentir otra cosa que no fuese dolor por toda la pierna. Le dije a la enfermera que me la vendara para no sentir nada, lo hizo tan bien que después de hacer el doble-doble sentí lágrimas de felicidad al no sentir dolor. En 2013 tuve una lesión en el hombro y estuve tres meses sin mover el brazo. Todavía siento dolor al hacer algunos elementos complejos en asimétricas, pero son soportables.

El mejor campeonato fue el mundial de 2014 en Nanning, donde conseguí la plata individual y en suelo. Me sentía preparada tanto física como mentalmente. Después de un periodo sin lesiones pude entrenar de manera continua, progresar y sentirme segura en cada aparato.

No he vuelto ha sentirme tan segura desde entonces. En 2015 me perdí el Europeo por una lesión de tobillo, de la que no encontré una solución en ocho meses, fui a todo tipo de médicos, fisioterapeutas y osteopatas. Para no operarme y poder ir al mundial a ayudar al equipos, donde había muchas lesiones, me hice una infiltración. En el mundial de Glasgow terminamos decimoterceras y perdimos la clasificación directa a los Juegos Olímpicos. Para mí fue un shock. Nadie pudo hablar conmigo en dos días. Entonces me di cuenta que cuando fracasas tienes que levantarte. Recibí muchos mensajes de apoyo y decidí que tenía que demostrarles que todavía hacía lo que me gusta. Y en la final individual conseguí el bronce.

Al año siguiente, me rompí un dedo en el entrenamiento y me tuvieron que operar dos veces de la mano. Me perdí el preolímpico, donde Rumanía perdió la última oportunidad de clasificarse como equipos y yo acabé como reserva. En 2017 tuve fascitis plantar en el talón derecho y entrené sólo tres semanas antes del Europeo de Cluj, donde gané el bronce en barra pero no pude competir para la final individual.

Pero antes del mundial de Montreal me sentía lista, había conseguido cuatro oros en el nacional de Ploiesti y tenía confianza.  Lástima lo ocurrido en el mundial de Montreal y como acabó.

Fui muy rápido cuando regresé en octubre de 2017. Comencé la recuperación a la semana, después de cinco o seis semanas en muletas. Hacía ejercicios en asimétricas sin tocar el suelo. Pero mi pierna no estaba bien. Me dolía y no me sentía bien, pensé que era normal porque nunca había pasado por eso.

Entonces me lesioné de nuevo.

Estaba en asimétricas, quería ir a la banda superior. El entrenador no pudo atraparme al caer y apenas puse un pie en el suelo sentí un chasquido. En la resonancia me dijeron que me había vuelto a romper el tendón.
No me creía lo que estaba pasando. El médico me dijo que había tenido demasiada prisa. Volví al mismo médico en diciembre. Quería otras opiniones pero tenía confianza en él, me había tratado durante los últimos cuatro años.

Después de la segunda operación, no quería saber nada de gimnasia. Los dos primeros meses, mientras iba en muletas iba al gimnasio casi a diario para saludar a los entrenadores y ver a las chicas. Llegaba, hablaba y me iba. Después, tenía mucho dolor al andar. Apenas podía hacerlo durante 20 minutos.  Los entrenadores me preguntaron cuando iba a volver, pero yo no confiaba en mi pierna y me di cuenta que no tenía sentido volver al gimnasio. Si no puedo ni andar ¿como voy a conseguir entrar en el equipo?

No tenía nada que perder, ni siquiera para recuperarme. Lloraba todos los días. Me sentía impotente, sobre todo porque era invierno, había hielo y tenía que ir con cuidado a cada paso. Estaba en casa viendo películas, vi tantas hasta aburrirme ¿cuantas series llegué a ver? Me fui a vivir sola, a veces venía mi madre con mi hermano y mi cuñada y nos llevaba al cine o a comer. Pero ellos no podían estar siempre conmigo, tenían sus trabajos y yo el mio.

Cada tres semanas iba al médico y me decía que todo iba bien. Pero yo no podía hacer nada. Los fisioterapeutas notaron un agujero, que se fue haciendo más grande, pero el médico seguía diciendo que todo iba bien. Ni siquiera cuando no podía moverlo y tenía mucho dolor, dijo que estaba bien.

Decidí retirarme temporalmente, les dije a los entrenadores que mentalmente, era lo mejor para mí. No tenía prisa, estaba recuperándome y cuando estuviera al 100% volvería  entrenar.

Fui a la universidad, fui a una autoescuela. Durante seis meses trabajé en el departamento de contabilidad de Dinamo, donde también me recuperaba. Trabajaba de ocho a cuatro, luego iba a rehabilitación hasta las 6 y volvía a casa por la noche.

Quería ver si encontraba mi lugar fuera de la gimnasia, pero no lo encontré. No es que no me gustara, porque trabaja con archivos en un ordenador, pero no estaba muy activa. Estaba acostumbrada a un estilo deportivo, todo el día moviéndome, al movimiento y ahora estaba sentada en una oficina. No era la inyección de adrenalina que necesitaba.

En verano de 2018, en mi cumpleaños, fui a un acto del proyecto "Tara, tara, vrem campione". Mariana Bitang y Octavian Bellu organizaron algo para mi cumpleaños y tuve una charla con Mariana. Le dije como me sentía y le pregunté si podía hacerme una resonancia magnética. Tenía miedo de lo que se pudiese descubrir, pero lo hice. Fui, por sugerencia suya, al médico del equipo masculino en Alemania. Tal vez debería haber hecho eso antes y no tras siete meses. Me dijeron que el tendón seguía medio roto y tenía que operarme, de lo contrario se podía romper en cualquier momento. Fui a ver a otros cuatro médicos con al principal pregunta de si podría seguir haciendo gimnasia de alto nivel. Algunos me dijeron que necesitaban saber como evolucionaba, otros que ni siquiera podía volver al nivel base.

Mariana me dijo que probara con el doctor Weinstabl en Viena, que ya me trató en 2016. Cuando me dijo que podría volver a la gimnasia, le dije que programara la cirugía. Después de la cirugía, estaba en cuidados intensivos llorando porque tenía miedo de lo que podría oír. Tenía miedo de estar en muletas tres meses. Después de las dos primeras operaciones no pude mover el pie en uno o dos meses. Mi pie estaba en 90º y no lo podía mover, por las noches me dolía tanto que no podía dormir. Esta vez que dijo que moviese la pierna el día después de la operación. A las seis semanas dejé las muletas y comencé la rehabilitación. Empecé a ir al gimnasio, empecé a caminar con facilidad sobre la barra.

En enero de 2019 tuvimos la revisión. Comprobó el tendón y me dijo que caminase. ¿puede volver a entrenar de nuevo? preguntó Bellu.
Cuando dijo que sí, me sentí aliviada.

Me sorpendió lo rápido que me acostumbré al gimnasio. Confío en mi pierna y no la guardo de nada porque el tendón está más saludable que el del otro pie. Conozco los elementos, sólo necesito acostumbrarme a los movimientos, pero no voy muy rápido. El lado físico es el más complicado, porque nunca he sido una deportista con mucho tono muscular y tengo que trabajar más en ese aspecto.
Es bueno hacer cosas después de un largo periodo, donde has perdido mucho. Incluso si es agotador y a veces sienta que no puedo porque el pie no puede resistir tanto esfuerzo, pero me gusta y es lo que siempre he hecho. Me digo que tengo que aprovechar el día al máximo, quizá mañana no esté tan en forma, puede que acabe cansada, pero me sentiré mejor.
En este medio año, mientras estaba al límite, he acumulado mucho energía positiva. No me lamentó de ninguna de las lesiones que he tenido porque de alguna manera me han fortalecido. Tal vez hubo momentos peores pero también me pregunto ¿y si todos estos años han sido un fracaso porque siempre me he lesionado? ¿Por qué pienso así? Eso no es útil, es como si estuviese en un balde de arena y me hundiese todo el tiempo.

Deseo y espero volver para el mundial de este otoño, pero nadie lo puede garantizar. Ni yo, ni el médico, ni el fisioterapeuta ni mis entrenadores (estoy entrenando con Bitang y Bellu) Nadie en el mundo puede garantizar si estaré bien en dos meses.

En este tiempo empecé a ver las cosas de manera distinta, ya no soy la pequeña Larisa, he madurado. Ahora, si vuelvo a la gimnasia lo hago por mí. Porque cuando estoy en el gimnasio es mi momento, nadie se interpone. Sé que estoy allí y quienquiera que venga no sería mejor que yo. Y eso es lo que me gusta, amo ese sentimiento. Me encanta cuando la gente me mira y le gusta ver lo que hago. Es algo que no tengo todos los días y tengo que sacar provecho, porque me gusta cuando alguien sonríe porque lo hago feliz. Es como dar un regalo y soy feliz haciendo feliz a alguien.







1 comentario:

  1. Ojala pueda retirarse en lo más alto, como lo merece, verla competir en un mundial sería fantastico mas alla de las medallas. Es una maravillosa y elegantisima gimnasta

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